Es así como descubro fascinantes cosas en esas canciones, quizás producto de la repetición enfermiza o del simple deseo de que haya algo más en qué pensar.
Es el caso de la famosa canción de María Elena Walsh, ¿quién no la ha cantado alguna vez? Se las copio al final, por si se les olvidó. La reina batata, fíjense, pasa de estar en un plato de plata a un trono de lata. Qué sutil, ¿verdad? Una metáfora de la vida de cualquiera, que, sentado en un lugar privilegiado, pensando en un destino inevitable pero no deseado (quiero pensar acá en una riquísima batata frita), huye. Al huir encuentra una alternativa, que es más honorable, si se quiere, más auténtica, concordante con su propia naturaleza, y ayudada nada menos que por una niña. Otro metamensaje: no hacer caso del mundo establecido por los adultos y refugiarse en el de los niños...
Bueno, hasta aquí la reina batata. Los desafío a encontrar otros mensajes ocultos...

Estaba la Reina Batata
sentada en un plato de plata,
el cocinero la miró
y la reina se abatató.
La reina temblaba de miedo,
el cocinero con el dedo,
que no que sí, que sí que no...
de malhumor la amenazó.
Pensaba la Reina Batata:
"Ahora me pincha y me mata"
y el cocinero murmuró:
"Con ésta sí me quedo yo".
La reina vio por el rabillo
que estaba afilando el cuchillo
y tanto tanto se asustó
que rodó al suelo y se escondió.
Entonces llegó de la plaza
la nena menor de la casa,
cuando buscaba su yoyó
en un rincón la descubrió.
La nena en un trono de lata
la puso a la Reina Batata
colita verde le brotó...
(a la Reina Batata, a la nena, no)
Y esta canción se terminó.
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